sábado, 6 de agosto de 2016

EL ACTO DE HABLA INDIRECTO: UN PASAJE DE “EL OJO DEL LEOPARDO” (III)

          El empleo de actos de habla indirectos, lo mismo que otros procedimientos similares, como la ironía, la metáfora, las frases hechas, etc.,  obedece a una estrategia más o menos general, en una situación dada, que así lo aconseja. El hecho de que una gran parte de los actos indirectos se den en enunciados o secuencias de enunciados de intención conativa o imperativa nos brinda una pista sobre el carácter de dicha estrategia: el sujeto hablante no quiere mostrarse contundente en sus mandatos, órdenes, peticiones o ruegos, tal como podrían ser percibidos si empleara los medios lingüísticos apropiados a su intención: “Cárgueme 500 huevos en el coche”. Ese brío impositivo queda ciertamente amortiguado, suavizado, dulcificado, por el revestimiento informativo de su enunciación: “El maletero de mi coche no es muy grande. Pero caben quinientos huevos sin dificultad”. En la interacción diaria e incluso en la más formal e institucional abundan los actos de habla indirectos, con el objetivo principal señalado, cuando no es posible o no interesa la declaración desnuda, patente.
           No es posible o no interesa por alguna razón relacionada con la posibilidad de invadir el terreno del interlocutor y/o atentar contra la relación existente entre él y el hablante;  o bien, por el deseo de asegurar la consecución de algún beneficio extracomunicativo. En el caso que estoy analizando, la meta de Mister Pihri está clara: recibir una dádiva a modo de retribución. No es una aspiración nueva, incluso ha sido satisfecha ya al parecer en otras ocasiones por Madame. Pero sí es nueva la persona a quien se dirige, Hans Olofson, que puede no saber nada del asunto o incluso encresparse si el peticionario es demasiado explícito, cosa que pondría en peligro un buen talante y una buena relación, y complicaría las cosas.                        Lo cual nos lleva de la mano a definir la estrategia consistente en el uso de los actos indirectos como una estrategia de cortesía, tal como se entiende dentro de la pragmática (a partir de P. Brown y S. Levinson,  Politeness. Some universals in language usage, 1987): conjunto de actuaciones comunicativas encaminadas a salvaguardar la (auto)imagen de los interlocutores (cortesía positiva) y a no invadir el  margen de libertad de acción de ambos (cortesía negativa). En el fragmento de la novela seleccionado, Mister Pihri se comporta con un respeto y una prudencia exquisitos mediante su discurso indirecto, yendo quizás más allá de lo que su posición respecto al capataz y la situación en general requieren. Es decir, con un superávit de cortesía , que incluso puede parecer un tanto cómico a algún lector, pues hace aparecer al simple policía medio chantajista como un personaje demasiado envarado, demasiado estirado, demasiado considerado y atento, con su habla indirecta. De todos modos, el comportamiento global de Mister Pihri es algo que al avispado Olofson no pasa desapercibido y, lo mismo que ve en él un “prototipo de corrupción”, valora la charla, curiosamente, con el vocablo “cortés”, dándole un sentido que se podría casi denominar “técnico”, según he explicado sucintamente:  “una conversación cortés y discreta”. 

Sigue aquí

No hay comentarios:

Publicar un comentario