El juicio presupuesto está en clara desventaja respecto de
las afirmaciones manifiestas, en relación con la posible evaluación de los
receptores, simplemente porque permanece oculto. No es propuesto por el emisor ni siquiera como tema de
conversación, mucho menos como cuestión discutible o impugnable, y pasa
desapercibido. Depende de que un receptor atento, documentado y atrevido lo eleve
al plano de lo explícito y se resista a respaldarlo (situación a). Esta
es una de las razones por las que la estratagema del orador avezado funciona
bastante bien en la comunicación política, pues la mayor parte de los
ciudadanos no sabe o no quiere o no tiene ocasión de desenmascarar a los que
discursean en mítines, conceden entrevistas, redactan artículos de opinión o participan en debates.
Así es, pero debería ser de otra manera. Tendríamos que
tener un antídoto los que vamos a depositar el voto cada cuatro años y cada día
somos sujetos pacientes de las medidas que adoptarán aquellos a quienes
elegimos. Y no es otro que incrementar o no perder nunca nuestra capacidad de
distanciamiento y crítica de las explicaciones y justificaciones del
político, incluso -quizás sobre
todo- de sus tácitos fundamentos.
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