miércoles, 15 de enero de 2014

PROFESIONALES

               No parece presentar una especial dispersión semántica el término “profesional”, que bascula sobre dos ejes principales: el que podríamos nombrar con las palabras “especialista” o “experto” y el que llamaremos “cumplidor”; como se ve, uno referido a la capacitación y otro a la actitud. Se califica a alguien de “profesional” cuando la intención es hacer énfasis en los conocimientos, la experiencia, la inteligencia… para desempeñar una labor concreta: “Mi jefe te lo reparará. Es un buen profesional”. O bien al tesón, la honradez, el compromiso con la tarea, la demanda: “Mi jefe no parará hasta terminarlo: es un profesional”, “Los jugadores no se vendrán abajo por un gol: son muy profesionales”. O, por último, a ambas cualidades.
El DRAE hace alusión a que el núcleo originario es el concepto de “profesión”, entendido como el trabajo o quehacer habitual de una persona, que le permite ganarse la vida y que consta de una serie de derechos y de obligaciones. Un derivado muy frecuente es el sustantivo “profesionalidad”, que retiene todos los matices significativos del adjetivo del que deriva.
               El propio diccionario académico puntualiza, sin embargo, que se admite el empleo de “profesional” referido a actividades delictivas o muy desprestigiadas: “Es un profesional del sablazo” (es el ejemplo del diccionario), “No dejaron ni una huella en las armas: son unos profesionales”. Se trata, sin duda, de un uso extensivo, con un cierto componente metafórico, basado en la dimensión del término alusiva a la cualidad de “especialista” o “experto”.  

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               Después de estas explicaciones, que no tienen discusión  -creo-, entro en un caso en el que el vocablo “profesional”, e incluso “profesión”, son de más dudosa aceptabilidad. Por ejemplo, me pregunto si la dedicación de los artistas y similares se puede llamar “profesión”. Quizás sí, en algunos contextos:    “-¿Tu tío qué es?  -Es músico de profesión, pero también pinta”.  Pero en otros, plantea dudas: “Cristóbal Halfter ha compuesto una hermosa sinfonía, propia de un profesional” (¿?), “Picasso llegó al rango de gran profesional de la pintura” (¿?). No suena raro si se remite solo a la faceta de “honrado”, “cumplidor”, “reponsable”: “Ese arquitecto es un profesional y seguirá tus indicaciones en el diseño de la casa”.
               La parte del contenido semántico que recalca a la preparación, la formación, los conocimientos, las habilidades del “profesional” parece relacionarse con actividades en las que la eficacia se funda en la aplicación de unas técnicas perfectamente asimiladas, que, ejecutadas de una manera adecuada, conducen con toda seguridad a la “obra bien hecha” según criterios previos, más o menos objetivos (como sucede en las cadenas de montaje o en una oficina informatizada, por ejemplo). Es la razón por la que los procesos de carácter creativo, que no llevan a una solución única preestablecida, de carácter estándar, no casan con la noción de ”profesión”, según he comprobado arriba. Tampoco suelen admitir sus ejecutores el calificativo de “profesionales” en el sentido de “expertos”. Es más, estoy seguro de que no hay artista o creador que quiera ser llamado así; nunca entenderán quesea un elogio, sino más bien lo tomarán como una repelente ofensa.
               En un interesante foro, con el formato de pregunta – respuesta (“Yahoo respuestas en español”), un participante pregunta “¿Qué significa ser un profesional en su trabajo?”. Es curioso cómo las seis contestaciones, en conjunto, vienen a definir el término acudiendo, intuitivamente, a los dos núcleos semánticos aquí establecidos al principio, a los que añaden algunos detalles. La competencia lingüística de los foreros es más que notable. Hay que aclarar que el demandante establece, tras su pregunta, que escriban sus “reflexiones”, pero “sin hacer trampa e ir al diccionario”. (http://espanol.answers.yahoo.com/question/index?qid=20121025145638AAnvL5z)