viernes, 13 de septiembre de 2013

"LA VERDAD ES QUE"

               Uno de los rasgos más característicos de la expresión oral poco cuidada es la sobreabundancia de muletillas. El hablante se apoya continuamente en palabras o expresiones, las cuales no presentan muchas veces otro valor que su contribución al rito de la mera repetición. La pregunta comprobatoria “¿no?” tiene entre nosotros, los andaluces, muchísimas opciones para ser la reina de las muletillas. Destinada, en principio, a indagar la atención del oyente o a recuperarla, o bien a requerir su conformidad, en la mayor parte de los casos solo sirve para rellenar un hueco en el flujo verbal, sobre todo si se sitúa al final de una determinada secuencia enunciativa: “Mi niña es un desastre, ¿no? Fíjate, ¿no?, cómo ha dejado su mesa. Voy a decirle que o es más cuidadosa y ordenada, ¿no?, o que se despida de la paga semanal”.
               Quiero referirme a una frase que, según creo, va camino de convertirse en simple latiguillo, al menos en ciertos contextos. Es la fórmula de comienzo “la verdad es que”. En el magno diccionario de María Moliner (Madrid, Gredos, 1975, II, p. 1508 ), se da como sinónima de “a decir verdad”, “realmente” , “la verdad”,  “en verdad que”, y se define como “expresión enfática con que se introduce una aseveración con carácter de confesión: ‘A decir verdad, no pienso cumplir lo que he prometido’. También tiene valor correctivo, usada para desvirtuar alguna idea expresada antes o consabida: ‘A decir verdad, la culpa no es suya’ “.

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               Las muletillas son hijas de la tendencia a la reiteración tosca, eludible, que termina por vaciar, casi, de contenido comunicativo las palabras y expresiones por vía de desgaste. La frase que traigo a colación creo que está en trance de eso. No en la lengua hablada en general, sino en un dominio muy concreto: el periodismo deportivo. Más específicamente, en las intervenciones de jugadores, atletas, ciclistas…, dentro las entrevistas, género tan frecuente en los numerosos programas de radio y televisión con esa temática. Para muestra, un botón: óigase esta entrevista al jugador del Real Madrid, y ya de la Selección también, Nacho y a su hermano en Onda Cero. En los tres minutos y algo que ocupan las palabras de los futbolistas, he contado hasta siete veces “la verdad es que”, en las que apenas se advierte la función que le asigna María Moliner. Así, cuando en una ocasión (5’ 27’’) le pregunta el periodista a Nacho por el tiempo en que han jugado juntos él y su hermano, responde: “Bueno, la verdad es que me quedo con muchísimos momentos buenos y…”.
               Está claro que, si a cada aseveración se le coloca un recurso supuestamente enfático o se hace con enorme frecuencia, dicho elemento termina por perder su fuerza, sobre todo si la palabra o expresión empleada es siempre la misma. Ocurre como a esos alumnos inexpertos que, con la idea de destacar “lo importante”, subrayan todas las líneas del texto que pretenden memorizar: daría igual no subrayar ninguna, pues no se consigue realce alguno.
               Termino con otro documento, este más personal, igualmente significativo del deterioro de la expresión “la verdad es que”. Me encontré el otro día en facebook a un ex alumno del centro donde yo era profesor y, como es norma de cortesía en los chats o en llamadas telefónicas, empecé preguntándole si estaba ocupado y lo iba a interrumpir. Me respondió: “Hola. La verdad es que no. Q tal estas?”. Ciertamente, es posible apreciar algún vestigio del énfasis al que aludía M. Moliner, en este caso respaldando la sinceridad de la contestación negativa; sinceridad de la que ni siquiera insinué en mi pregunta (“Hola. ¿Interrumpo?”) que fuera a dudar. Me parece, pues, que fue innecesario el pretendido relieve.
               Usos así son los que demuestran que el elemento en cuestión está ya algo debilitado y no aporta gran cosa. Es una utilización sobrante, viciada, incrustada en muchas afirmaciones y negaciones sin apenas razón de ser desde el punto de vista semántico, sintáctico o pragmático. Puede que estemos cerca de considerar que es preferible decir “la verdad es que sí/no” en vez del simple “sí/no”, por el hecho de que muchos de los personajes y figuras del deporte reiteran sin descanso la fórmula ampliada, que, por eso mismo, se nos antoja más elegante y distinguida. El paso siguiente es la profusión en el habla general de dicha fórmula, convertida en muletilla.